Cómo empezar una novela

  I. Yo Infierno

  Conocí a Blonde Arizona el 16 de octubre de 1999. Recuerdo la fecha con tanta exactitud porque ese día se cumplía el segundo aniversario de la muerte de mi esposa y para celebrarlo contraté a una prostituta de doscientos cincuenta dólares la hora que al final se quedó a dormir toda la noche. Cuando me desperté, me sorprendió encontrarla aún en mi cama. Blonde Arizona, en vez de vestirse y marcharse, me pidió de la forma más dulce y sensual que he oído en mi vida si podía traerle a la cama un zumo de naranjas frías y una magdalena de chocolate. Bajé a Canitow´s y regresé con magdalenas y naranjas. Le llevé su desayuno a la cama en una bandeja Kent Strauss que había pertenecido a mi bisabuela en Georgia, y Blonde Arizona me miró como si perteneciera a su infancia y dijo que hacía diez años que no desayunaba en la cama. Y sacó los doscientos cincuenta dólares de su bolso y los metió en mi mesilla.

  Mi esposa murió el mismo día que había elegido para asesinarla. Murió en un incendio fortuito de su negocio en Hardroad, así que no tuve que mancharme las manos de sangre. Pero tres meses más tarde, como si tuviera que concluir algo que hubiera quedado incompleto, maté a una mujer en Cristal City, seis más tarde a otra en Clinton, Tejas y a una tercera en Loussiana… Solo después de estos tres crímenes caí en la cuenta de que las tres eran pequeñas, delgadas, tetudas y rubias, fotocopias de mi esposa, a quien durante meses de minuciosa preparación había planeado asesinar y que solo el poder inmenso del gran Dios apartó de mí el tener que hacerlo.

   Me senté en la cama. Blonde Arizona mojaba la magdalena en el zumo de naranja.

   -Vamos, no me mires así…

   Era la primera vez en dos años que miraba a una mujer desnuda sin sentir el impulso de matarla.

   copyright foto y texto, Ángel Vallecillo 2014.

 

Crítica de Vicente Álvarez de Bang Bang, Wilco Wallace.

Publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento literario de “El Norte de Castilla”, el 29 de marzo de 2014

Ángel Vallecillo lo sigue haciendo. Va más allá. Le gusta jugar, como a los buenos malabaristas, con cinco mazas de malabares (y se las pasa por detrás de la espalda, si es necesario). Lo repetido, lo trillado, lo común, lo previsible no entra dentro de su particular diccionario. Vallecillo ha tocado todos los palos y no se cansa de hacerlo. Tampoco se cansa de sorprendernos. La última carta que se ha sacado de la manga es este “Bang Bang Wilko Wallace” que publica la heroica y ejemplar editorial vallisoletana Difácil. ¿Qué se puede decir de una novela que comienza de la siguiente manera?: “La primera vez que vi a la rubia yacía desnuda sobre una alfombra roja, con la mejilla hundida en un charco de vómito y la cabellera desparramada como si acabaran de estallar contra el suelo una botella de champán. Nunca me había enamorado de un cadáver”. Pues eso, prepárense a subirse a una montaña rusa y despréndanse de todos sus prejuicios para dejarse arrastrar por la prosa hipnótica y las fascinantes historias que nos va a proponer en las siguientes 198 páginas Ángel Vallecillo. El título de la novela nos da una pista del proyecto en el que se ha embarcado el autor vallisoletano. Y si eso no fuera suficiente, sólo hay que leer los títulos de las tres partes en las que está dividida la novela: Diez de los Grandes, Ciudad del Diablo y La tumba de los mil dólares. Sería muy sencillo decir que Vallecillo se ha sumergido en el mundo más clásico de la novela negra (homenaje al viejo Chandler incluido) con evidentes y turbadoras pinceladas de western crepuscular. De hecho, los ambientes son inequívocos: el bar de Moe, el hipódromo, las apuestas en el boxeo, los desayunos en locales que parecen pintados por Edward Hopper, la comisaría de policía, los bares de copas, la mansión del matón de turno, el motel de carretera. Todo huele a vieja novela negra.

Leer más: Crítica de Vicente Álvarez de Bang Bang, Wilco Wallace.

Facebook y el autobombo

Autobombo: elogio público que hace uno de sí mismo.

Esto se me ocurre durante el despegue de un vuelo de Norwegian airlines (unos ryanair del norte norte pero menos tiquismiquis a la hora de medirte los 50x40x20 de tu equipaje de mano). Digo que se me ocurre ahora aunque llevo meses pensando en ello: mundo facebook. Si estar o no en las redes sociales; y si decides estar con qué intensidad quieres hacerlo.

Viajo a Leipzig invitado por la Universidad de Kiel. Me han traducido un cuento al alemán y voy a leerlo en una cena de hispanistas. Además, tengo una entrevista con una editorial alemana para ofrecerles dos novelas. Mi agente en la India lleva meses diciéndome que las editoriales le interrogan cada vez más por la presencia de los autores en las redes sociales. Además de preguntar si el autor es bueno, si la novela es comercial, cuántos libros vendes o qué premios has ganado, la pregunta recurrente es cuántos seguidores tienes en facebook, en twiter, y tu grado de implicación y actividad en las redes sociales. Vamos, que preguntan si sirves para darle fuerte al autobombo.

Facebook es una ventana a la que asomarse para conocer mejor el mundo. En facebook la gente parece espontánea. Yo diría que analizando los comentarios y reacciones de un usuario de facebook puedes conocerle mejor que si te lo llevaras de copas y terminaras follándotelo. La gente en facebook lo larga todo, casi siempre sin pretenderlo. La lengua larga; la ventana abierta. Llevo meses pensando en una idea que se le habrá ocurrido a todo el mundo: escribir una novela ambientada solo en facebook, al estilo de La Colmena, de Cela. Si Cela describió la realidad sin salir de un café, mucho más fácil sería escribir unas horas de realidad mediante el fenómeno facebook.

Facebook se presta a estereotipar a la masa: basta leer dos líneas y analizar los me gusta de cualquiera para hacerte una idea de su filiación política, sexual o religiosa. En general abunda la gente con enormes carencias emocionales, los yonquis del me gusta, pero también folladores sin fronteras, culturetas y sermoneadores, buenistas, denunciantes iracundos, piterpanes, hienas de la desgracia ajena, derrotistas, patosos, voyeurs que miran y no escriben, exhibicionistas, enlazadores listillos, enlazadores compulsivos, llorones, pelotas, calientapollas. Lo dicho: la vida misma. Lo significativo es que aunque personalmente no les conoces a muchos tienes la sensación de que les conoces. Una caricatura de la realidad.

La cuestión, ya he dicho, es cómo se posiciona cada uno ante la disyuntiva de si debes o no estar en las redes sociales y en un segundo momento con qué intensidad vas a hacerlo. Más arriba he escrito Voy a Leipzig invitado por la Universidad de Kiel. Me han traducido un cuento al alemán y voy a leerlo en una cena para hispanistas. Además, tengo una entrevista con una editorial alemana para ofrecerles dos novelas. Mi agente en la India… Autobombo. Ligerito, andante, pero autombombo. En facebook no escribes me han detenido por acosar a mi vecina o voy a Alemania a devolver el adelanto que me dieron porque las ventas de mi libro han sido un fracaso. Por supuesto no es nada distinto a lo que hayamos hecho siempre: en general, contamos lo que nos va bien y nos callamos lo que nos va mal. La pregunta es si las redes sociales te empujan a contar de más, a exagerar, aunque finjas no estar dándole al autobombo.

Para mí lo relevante por preocupante es si este comportamiento se está generalizando y por lo tanto estamos aumentando la falsificación de la realidad. Si este submundo virtual de facebook no está incrementando la hipocresía social. Si no estamos elevando el nivel de agua del o tus orejas asoman por encima de esta raya de popularidad o eres un puto fracasado… Si entre todos no estaremos reforzando aún más el falso paradigma del éxito, aumentando la necesidad general de sentir que socialmente eres alguien… Algo que mata tanto como el exceso de azúcar.

En este punto me paro. Me invade, a diez mil metros de altura, la sensación de que mi capacidad de pensamiento se diluye. Me sumo en mi nirvana del no vale la pena pensar en nada. Es vano intentar aprehender la realidad, es metafísicamente imposible… Durante esta hora, mientras escribía, levantaba esporádicamente la mirada por encima del asiento delantero: en las pantallas del vuelo de Norwegian airlines emitían esos videos de cámara oculta donde se engaña a un prójimo para solaz de los demás. La alfombrita del cabecero reza; enjoy your time here. You are almost there (disfruta del vuelo; ya casi has llegado). Guiño un ojo y luego el otro: la realidad cambia, lo que ves se mueve unos centímetros…

Ni siquiera puedes confiar en lo que crees ver a un palmo de tus ojos.

PRESENTACIÓN DE “9 HORAS PARA MORIR"

Presentación de 9 Horas para Morir (Aguere/Idea Ediciones), el 31 de enero a las 19.00 en la sala de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC). Calle Castillo, junto a la librería La Isla (Santa Cruz). Al final del acto se servirán vino y canapés.

Con la participación de:

 Sergio Hanquet. Fotógrafo y documentalista de la naturaleza, en especial del mundo marino. Ha publicado, entre otros libros, Bucear en Canarias, Mar Atlante y 100 peces de Canarias. Ha recorrido el mundo con su cámara y ha publicado sus fotografías en las mejores revistas nacionales e internacionales. Es un entusiasta defensor de la naturaleza y en la actualidad prepara la publicación de una nueva guía submarina de Canarias.

 

 

 

 

 

Ángel Morales. Periodista, escritor y editor. Es uno de los más importantes dinamizadores y divulgadores de la literatura canaria. Su colección G21, Narrativa Canaria Actual ha editado 21 títulos, del que 9 Horas para morir es el último seleccionado. Es un humanista entusiasta y un poeta de vocación guerrillera.

 

 

 

 

y el autor, Ángel Vallecillo. 

"9 horas para morir es una novela cruel pero por cruel honesta. Cuenta con momentos que me saben a literatura de verdad y que son esos instantes en los que como lector siento que me quiebran el alma. Que lo leído conmueve por dentro y por fuera. Que te identificas con su grito desesperado y silencioso… Ni se les ocurra perdérsela.”

Eduardo García Rojas, periodista y director de www.elescobillón.com.

Crítica de 9 Horas para Morir

"... 9 horas para morir es una novela cruel pero por cruel honesta. Cuenta con momentos que me saben a literatura de verdad y que son esos instantes en los que como lector siento que me quiebran el alma. Que lo leído conmueve por dentro y por fuera. Que te identificas con su grito desesperado y silencioso. Su protagonista, Rodríguez, resulta así humano, demasiado humano cuando asume sus flaquezas e incluso algunas paranoias porque todo cuanto vemos a veces no es tan distinto..."

Eduardo García Rojas, desde su Blog www.elescobillon.com